Me apetece recordar a Gene Kelly, como apasionada de la Danza que soy, debo agradecerle a este gran maestro las horas que me ha hecho disfrutar. Siempre original y creativo, su autenticidad brilla por si sola.
Las coreografías se adelantan a su tiempo, los estilos se funden para desencadenar movimientos insólitos, nuevos y armoniosos, llenos de carácter y de personalidad. En Invitation to the Dance (1956), el despliegue de imaginación es infinito, la calidad de los bailarines roza el vértigo del miedo a la perfección. Me planteo si realmente son de carne y hueso.
Siempre estaré encantada de viajar a los mundos creados por Gene Kelly. Siempre estaré encantada de soñar, soñar, soñar...
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